sábado, 3 de marzo de 2012

SER EN TI (POEMAS)

I
Se nublaron los horizontes por tanto tiempo
Se nublaron los ojos y los sueños. Se nublaron.

Se nublaron las mariposas y aquellos vuelos
Que de besos se amordazaron incansables.
Se nublaron como se ciega la fe de las flores en invierno
... O la piel fría cuando no te hallo a mi lado.

Se nublaron las estrellas y tu sonrisa que colgaba de ellas
Así también se nublo la valentía de los volantines
Encaramados al viento de tus mejillas. Se nublaron

Se nublaron los espejos donde mecía mis recuerdos
Y de pronto todas las nubes se fueron
Estabas donde tenías que estar.
Entre carnavales y danzas minúsculas
Entre mi corazón y la oscuridad del destino que llevo a cuestas.

Estabas en el último sábado de febrero
En el comienzo de mi poesía.
En el año de los destinos
En aquel beso que jamás te di y en ese adiós
Que parieron las tantas nubes que me cobijaron.
Bienvenida, entonces al mundo que llevo dentro
O al cansancio de esta vida que temo ya no es mía.


II
Y entre la gente, la busco
Entre los espejos, si es que un reflejo se me pudiera haber perdido.
Entre los espasmos de cada sol que asoma un tanto perplejo
O en cada luna que se viste fugaz entre los enamorados de turno.

Y entre las calles húmedas, la busco
En cada pétalo, en cada flor hasta en el rocío quizás.
Hasta en los tiempos que atrapan los relojes y en cada
Intento de mi boca por llegar a su boca
Y en cada verso que le escribo
Que sueñan llegar a su ausente oído, la busco.

La busco en cada muerte que se aproxima, Y en cada sospecha que se desamarra
Por cada aurora, en cada color y en cada matiz
En cada sonrisa de astros suspendidos.
Así también, la busco en la palabra eternidad.

Porque aunque la sé fantasma, la sé mía.
Porque a veces la tengo y en otras no la tengo.
Porque parece un sueño y parece realidad.
Porque la amo tanto, como se ama la vida y sus misterios.

Y entre los espacios, la busco, sean llenos o sean vacíos.
En las copas de vino que me embriagan.

En los salares de mis lágrimas.
Por cada cielo y por cada infierno, la busco.
Por cada principio, tal vez, en cada final.
Por cada certeza que tengo y en cada duda que invade
Por cada viaje que propongo y en cada naufragio que se decide.
Por cada mudez y en cada bullicio.
En cada mejilla aunque ni siquiera siembre su beso, la busco.

La busco porque sé que está ahí
Quizás viva, quizás en mortajas acariciada
Porque sueña lo que yo sueño y en su lecho se encienden todos los verbos
Y todos estos poemas míos que hacen llover melancolía.

Porque se viste primavera y me desnuda otoño, la busco.
Porque ama y yo amo, la busco
En las migajas y en las hambrunas.
En la suerte tal vez, ciertamente en el destino, la busco


III
Se acaban las palabras cuando amas
Se acaban los silencios y las nubes desaparecen y ya ni siquiera llueven tantas recuerdos y nostalgias
Se acaban las penas de este viaje tan frágil y tan pequeño
Se acaban las mentiras y los misterios
Se acaban las idas y los regresos

Se acaba el invierno
y los ciclos de una luna apagada
Se acaba el adiós.
Se acaba el fin de los besos y la soledad de las caricias.
Se acaba el despertar solo, el esconderse del viento,
El escaparse de las compañías
El no recordar el amanecer de un nuevo día
Cuando amas de verdad los ojos se olvidan de llorar


IV
Por qué lloras cuando todos olvidan llorar
Por qué amar de verdad cuando nadie ama de verdad.
Por qué soñar cuando todos han dejado de soñar.
Por qué volar a la luna si te roban las alas cada noche.
Por qué tiempo de niños y no adultez al tiempo.

Por qué pan de ternura a los corazones hambrientos
Por qué susurrar arco iris a la geografía cuando las ciudades le gritan gris
Por qué caminar desnudo entre disfraces
Y ser el más disfrazado
Por qué amar tanto cuando se debe amar menos
Por qué silencio y no el ruido alrededor
Por qué poesía en tu alma y no reclamos en los oídos
Por qué un beso tuyo y no el beso de todos.
Por qué decir lo siento cuando todos son perfectos.

Por qué decir te amo cuando puedes esconderte de las caricias
¡Por qué decir vida si tienes tanta muerte por doquier!
¡Por qué sufrir si tienes tanta carcajada suelta
Por qué tener fe si eres tu propio Dios y señor

Por qué amar la vida cuando el carnaval se vuelve cementerio
Por qué sentirte libre si tu prisión es la medida de tu egoísmo.
Por qué paz en tus respiros y no la asfixia de los conflictos.

Porque de verdad son esas las mejores diferencias
Porque simplemente te hace ser de verdad.


V
Llueven lamentos como llueven golondrinas
Desde tu boca toda sedienta y humana

Llueven besos y no sé de qué bocas
Llueven pájaros y no sé de qué cielo
Si todo el horizonte se quema alrededor
Si toda tu memoria se incendia en mi memoria
Y queman los recuerdos atizados de olvido.

Dime si todavía respiro para ti
... o si todavía sobrevivo en un último beso tuyo
O si me convierto en ceniza,
Como toda la ceniza que has guardado en tu vida.

VI
Vivo porque jamás viviré
Y me enamoro porque jamás amaré lo suficiente
Lo que no cuesta ni siquiera un centavo
Vivo detrás de las  mascaras y de los escenarios
Detrás de los semáforos y de las zancadillas
Detrás de la indiferencia y de los atropellos
De las ganancias y de los perdones a medias
Debajo de puentes y arrabales
Debajo de incendios oculares y disparos a la nada
Vivo con el hambre que se junta en las calles, en las plazas y en los campos
 Con los conflictos que llueven como sequías, tormentas y vanidades
Vivo con apenas algunas exclamaciones y muchos poemas
Que van a morir solos y arrodillados, paquidermos lejos de cualquier iglesia.

Vivo entre asesinos e infamias
Entre un sol que seca tibieza y de las escasas nubes que solo mojan soledad.
Entre los pequeños maceteros de mi abuela Elsa y el carnaval de hormigas
Que se cobijan colectivas y pequeñas, llamando a mi abuelo Rogelio.
Vivo acorralado en mi propio páramo de preguntas inefables
Y debajo de mi almohada, donde almaceno sueños y la fe
Que escurre entre mis aguitarrados dedos.
Sobrevivo cada día como cualquiera y muero cada noche como cualquiera
Lucho cada día como cualquiera y me  desplomo cansado de inconfesables respiros como cualquiera,
Pero te amo, único e irrepetible y no como cualquiera.
Te amo como si fueras la última flor en mi único planeta
De versos salpicado, de silencio humedecido y de ti, tan lleno-

Te amo por sobre todos los delitos que se pudieran contar
Por sobre los edificios, por sobre las máscaras que llenan escaleras y ascensores,
Por sobre los astrolabios y los viajes estrellados que pronostican
Los magos del destino y de los horóscopos.
Más allá de mi primera luz o de mi última extinción.
Más allá de mi mundo si fuera imprudente y necesario.
Más allá, incluso de la muerte misma.

Y entre tanta guerra de peatones y tecnología
Me quedo callado en cada esquina descubriendo los puntos cardinales
Por si desaparecen, por si se me quedo tan extraviado
O Tan amarrado a tu cariño desde siempre y para siempre.

Vivo así, cada ciclo, cada menguante o creciente, porque así quiero morir
Morir entre tus brazos invisibles sin soltarme ni que me sueltes.
Morir despacio, como si tu primer beso fuera un beso envenenado y homicida
Morir amándote, recorriendo con mi respiro cada distancia entre tus mejillas
Cada piel que asoma, cada pulso que sobresalga.

¡Así quiero morir!. Nada de bengalas, pero con toda tu luz serpentina!
¡Morir atando mis ojos a los tus ojos!
Morir como cualquiera, pero amándote…de eso estoy satisfecho. De eso me lleno cada segundo aunque se convierta en fantasma y eternidad.

Morir amándote único e irrepetible y tanto,
Que prefiero un beso tuyo a medias o una loca caricia como llovizna que se desvanece en madrugada, a una insoportable existencia llena de carcajadas, acaso llena de la fama que ansían muchos o del oro perdido de algún rey egoísta que sueñan otros.

Te amo aunque viva sin ti, porque jamás viviré sin ti
Y me enamoro tanto, porque jamás, lo suficiente, te amare.

Así ha sido mi vida y así la he vivido. Amándote único e irrepetible
Todo a su debido tiempo, aunque ya no exista el tiempo.
Todo a su fiel distancia y fin, aunque mi amor ya no tenga distancia ni fin.

VII
Déjame el olvido y te recordaré por siempre
Déjame una lágrima  y la convertiré en mares de sonrisas.
Déjame la nada porque la daré sentido.
Porque a fin de cuentas me quedo conmigo mismo.
Libre y encerrado
Mitad y mitad.

Déjame el viento porque me haré tormenta.
Déjame el odio porque sembraré ternura
Déjame la soledad porque me sentiré acorralado de gente y vestuarios.
Déjame la ausencia y te buscaré hasta detrás de los armarios
Porque a fin de cuentas ni siquiera sé si existes
Ni comprendo porque te amo de esta manera

Ni siquiera hay lugar para esconderse
No hay espacios ni palabras que nos desnuden fríos.
Tú en el anonimato y yo perdido.
Déjame la muerte porque será vida entonces.
Déjame, tus sueños, aunque estén vacíos
Porque deveras los llenaré con mi alma de forastero
Y esas ganas infinitas que tengo de abrazarte, como yo quiero, algún día.

Mi niña del tiempo sin tiempo, déjame la sombra y la dibujaré como luz precaria e infinita. Tal vez el silencio para susurrar al oído de los árboles australes
Que tu destino es el mío y ni tú ni yo podemos escapar.
Raudos y enamorados. Inquietos y vivaces.
¿Acaso se escapa la rosa del rocío?.
Ni yo sabiendo que existes ni amándote de otra manera.

VIII
Toma mi oído para que escuches el susurro de aquellos poemas
Que se asilan perseguidos del tiempo y de la soledad.
Abrázame eterna como me abrazan tormentas y hechizos
Eres mía en cada rincón del universo y en todas las vidas posibles
En todas las muertes, en todas las agonías.
Eres mía hasta en el cansancio de los años,
Eres mía aunque jamás estés para mí,
Al otro lado de la oscuridad y de la misma cordillera
Si acaso importan tanto los montes y los acantilados.
Si acaso muero en esos mismos poemas que te escribí y que sembré en mis oídos

Ve con el tiempo a desaparecer de mis sueños, si eso es lo que quieres.
Ve con la piedad de los silencios más ínfimos
Ve con mi boca que de tanto besarte a escondidas e invisible
Muere en un solo beso sin roce.

Ve con cada uno de mis suicidios, con cada uno de los relojes
Que avanzan cariño adentro
Ve con la sencillez de los instantes, con todos mis instantes,
Con cada uno de esos instantes… con la porfía de mis versos
Con este amor que te necesita, con esta muerte innecesaria
Con esta vida que te abraza sin tenerte cada noche…cada día…
Ve con las estrellas que tengo almacenadas en mi locura
Luces a orillas de la inmensidad de ternuras frías conquistando cada alma
Que llevo a cuestas.

Toma, entonces, mi oído para que escuches el susurro de estos poemas
Porque aunque no lo quieras, sin duda y sobretodo, en silencio, te seguiré amando.
Y ese es mi mejor susurro y mi más amado poema,
Muchacha del tiempo y de la distancia..

IX
Perdona por no haber tenido el tiempo para despedirme
Por tener las manos frías y los ojos empañados.
Perdona este invierno tan serpenteante y tan mío,
Así también perdona este silencio que visto y esta ausencia tan brusca que parezco

Perdona por conjugar la palabra te amo con lágrimas con cenizas,
Por hacer mares donde sólo hay sequía.
Y por tenerte tan cerca de mi almohada y tan lejos de mi boca.
Ay si supieras, cuánto perdón hay en mi tristeza ni cuánta muerte he vivido en pocas noches.

Perdona por quitar el color a la geografía
Por recordarme de la ternura de tus ojos callados,
De tus labios apenas un día.
De tu alma, toda mi vida.

Perdona este asesinato de mariposas en vuelo
Esta supernova de cariños distante
Estas venas mías que ya se quisieran ser venas tuyas.
Perdona la tardanza de los espejos
En reflejar todo lo que he sido,
Y perdona esta muerte que se me cae de improviso.

Perdona mis idas y venidas desde el infierno de los poemas sin pertenencia ni destino
Perdona el suspiro de los árboles cuando no hubo vientos de espera
Y perdona el aroma de aquellos sueños que di por perdidos
A mitad de lo que una vez llamé noche y que ahora llamo melancolía.

Perdona el zigzag de mis manos temblando recuerdos
Perdona el tiempo que jamás nos dimos ni la distancia que pudimos hacer invisible
Perdona la ebriedad de mis versos, el alcohol de tus encantos y la mirada que
Siempre se me extravió, suspicaz, hasta herida.

Perdona, entonces, este adiós a la memoria, esta muerte de párpados que se cierran deveras húmedos de tanto conflicto y de tanto querer quemándose a orillas del destino.
Lo fugaz de las golondrinas. La soledad de los corales abisales

Ay, señora de todos los claroscuros de mis besos,
No sabe cuánto le amo,
Ni cuánta tristeza he perdonado
Ni cuanta vida he muerto en muchos días

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